20100512

Robando Arte



Batzutan, escupo sangre. Es la manera que tiene mi cuerpo de decirme “ey tío ¿qué tal?”. Yo le respondo limpiándome los labios con el papel higiénico del baño, haciéndolo una bola y tirándolo al agua, “bueno, aquí estamos”. En realidad nos llevamos bastante bien, no sé, tenemos nuestras peleas, como todo el mundo, pero nada importante, nada que no pueda solucionarse con una cerveza en el balcón. Aunque ha habido roces y discusiones que se han salido de madre. Recuerdo, jejeje, recuerdo esa vez en la que, por su culpa, me vi obligado a engañar a mi novia con una mujerzuela de tres al cuarto. No era guapa, no era interesante, joder, ni siquiera tenía dinero con el que pagar mi vicios, no. Fue su maldito capricho y, claro, yo me vengué rompiéndome la cara contra un espejo. Ojo por ojo, la ley de Talión, qué sé yo. Pero no supo tomárselo con deportividad masculina, no, tuvo que montar su propio numerito. Total, que en uno de estos viajes diarios en el metro me cagué. ¡Qué rencoroso! ¡Qué poco saber estar!

A veces me reprocha el fumar como un carretero. Me hace escupir mis entrañas por las mañanas, me obliga a rumiar ese sabor a cenicero cada vez que despierto. No sé qué es lo que le molesta tanto. Hijo de puta. Una noche hizo que me quedase dormido en la cama, con un pitillo encendido en la mano. Suerte que las primeras llamas me quemaron el brazo derecho, conseguí apagar el incendio justo a tiempo. Al día siguiente me fumé tres cajetillas de trujas. ¡Qué se joda! No me malinterpretéis, yo quiero a mi cuerpo, no lo que es, no lo que será, sino lo que representa, los dos, juntos, siempre seremos lo que somos, por muy podridos, o tarados, o desgastados que estemos. Es sólo una broma, es sólo, espero, un juego. Mi cuerpo, mis órganos, mis entrañas, mi piel, mis músculos, tienen talento, talento para decir, para hacer, para escuchar, para entender. Tiene ganas, tiene deseo, tiene lo que quiero. Pero tiene mucho, también, de lo que detesto.

Él me promete el cáncer, me promete el dolor. Yo me río, no porque sea gracioso, no. Siempre me han hecho gracias las amenazas, por muy serias que sean. Supongo que es alguna clase de autodefensa o alguna mierda de esas, preguntad a algún psicólogo. No hay nada tan grato como ser desagradable cuando no hay nada que hacer. Y casi nunca hay nada que hacer. Y eso lo sabemos los dos, por eso nos entendemos.

A veces se queja de mi problema con la bebida. Sólo lo hace porque no es capaz de comprender que, en definitiva, la culpa es sólo suya. No bebo para escribir, es todo lo contrario, al escribir bebo. Y él me empuja, él me obliga a escribir. Poner una palabra detrás de otra, es sencillo, no tiene ningún misterio. Tomo un trago, me enciendo otro cigarro. Pero, luego, salgo a la calle. Los jueves, los viernes, los sábados. Y nadie, nadie sabe poner palabras detrás de otras. Me miran raro, me llaman idiota. No hay cuentos, no hay historias. Mentira.

El cenicero está lleno, me he quedado sin vino. La gente no tiene ojos. A Tom Waits se le acaba la voz. Siempre hay ruido de coches en Lehendakari Agirre. Libros en la estantería. Mañana hay que trabajar. Mañana nos mentirán, otra vez. Siempre hay un colchón en el túnel de Deusto. Down in the hole. Batzutan escupo sangre, me alegro. La sangre dice que estoy vivo. Aún.

Por perogrullo. Texto de mi amigo Mikel Uranga.

Podéis seguir sus Relatos Hidrocefálicos en su blog llamado Segundo Cajón.

Gracias ene Mikel por robar mi arte y hacer tu propio arte. Esto es, señoras y señores, nuestro arte.

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